viernes, 5 de junio de 2009

Jóvenes y discriminación laboral

LAS COOPERATIVAS DE TRABAJO ASOCIADO (CTA) DE HIPERMERCADOS, PARA LAS QUE TRABAJAN CERCA DE 8.000 jóvenes en Colombia, reemplazaron el salario de los empacadores por las propinas de los clientes, constituyéndose así, una indecorosa estrategia para aumentar el capital a costa de la precarización de las condiciones de vida de los trabajadores.

Los defensores de este modelo de contratación, afirman que es una alternativa laboral en medio de las altas tasas de desempleo que enfrenta la población joven, en la que además, las jornadas parciales les permiten contar con el tiempo y los recursos para combinar su empleo con el estudio, mientras mejoran sus condiciones de vida con la educación y la adquisición de experiencia laboral.

Sin embargo, un estudio realizado por los investigadores Nelcy Yoly Valencia y Juan Carlos Celis, así como algunas reflexiones sobre el modelo de contratación de los empacadores, muestran lo pobre que es el argumento anterior:

1. Al contratar únicamente a jóvenes estudiantes, se excluye a aquellos cuya prioridad es trabajar o buscar trabajo.

2. La exclusión es mayor para las mujeres jóvenes que casi duplican las tasas de desempleo masculinas, y especialmente en el de las madres jóvenes, que son discriminadas en la selección de personal.

3. La filosofía cooperativista implica promover el diálogo social, la solidaridad y la activa participación en la toma de decisiones. Sin embargo, la mayoría de empacadores desconoce las formas de participación de las entidades solidarias.

El “ejército de reserva” juvenil

Si nos atenemos a las cifras del DANE, sólo 1 de cada 10 jóvenes entre 18 y 24 años permanece en el sistema educativo,1 mientras que 5 de cada 10 jóvenes, entre 14 y 26 años, tienen como principal actividad el trabajo o su búsqueda. El estudio y el trabajo, bien pueden combinarse, como sugiere la filosofía de las CTA, pero en los estratos bajos, la actividad más frecuente es el trabajo o su búsqueda, y el estudio se vislumbra como una segunda opción que depende de los recursos adquiridos con la actividad productiva.

De igual forma, 7 de cada 10 jóvenes trabajadores están vinculados a la economía informal, cuyas características potencian condiciones laborales precarias e imposibilitan la consecución de los recursos y el tiempo para estudiar.

En consecuencia, una “acción afirmativa” para la juventud trabajadora, por parte del Estado y de los empresarios, debería apuntar a brindarles un trabajo decente que les permita estudiar, en vez de un trabajo precario que le exija estar estudiando. De manera que, esta forma de empleo está dirigida a aquellos jóvenes que cuentan con el apoyo familiar, gracias al cual pueden orientar sus ingresos a la educación.

Por otra parte, en estudios que adelanta la ENS, se ha demostrado que la mayoría de los jóvenes que trabajan en la economía informal, son socialmente adultos; es decir, su trabajo está orientado al sostenimiento propio, al de sus hijos y al de otras personas a cargo; en tanto que la población joven, equivale a cerca de la mitad del total de desempleados del país y a una cuarta parte de la población ocupada. Igualmente, mientras que a finales de 2008, los jóvenes enfrentaban tasas de desempleo de 15,9%, para las mujeres esta cifra se disparaba a 25,4%.

De tal manera que, lo que Marx llamaba “el ejército de reserva”, representa hoy largas filas de trabajadores jóvenes desempleados, en especial mujeres pobres, que se ven forzados a trabajar precariamente, antes que permanecer en la inactividad, o incluso de buscar alternativas de subsistencia como la criminalidad, la delincuencia común, el narcotráfico o el conflicto armado, como sucede con frecuencia en el ámbito rural.2

La presión del Ejército de Reserva Juvenil sobre el mercado de trabajo, reproduce la lógica del “peor es nada”, pues los y las jóvenes se ven más forzados que otras poblaciones a aceptar condiciones de trabajo precario antes que permanecer desocupados. Lo que explica por qué algunos jóvenes empacadores, tanto estudiantes como no estudiantes, valoran positivamente este tipo de empleo. Hecho del cual toman ventaja los empresarios para mejorar sus índices de productividad por vía de la disminución del salario, e incluso mediante su reemplazo total por las propinas.

Un “buen servicio” con personal joven disciplinado

¿Cuáles son las verdaderas razones para la contratación de jóvenes estudiantes como empacadores? Las encuestas realizadas a los empacadores, así como la entrevista a Germán Jaramillo, defensor de las CTA, muestran que el perfil del joven estudiante es ideal para garantizar bajos niveles de conflictividad así como altos estándares de calidad en el servicio de empaque. Por un lado está la condición transitoria del trabajo, que al ser un medio para obtener experiencia y retirarse lo más pronto posible, disminuye la configuración de procesos de resistencia a largo plazo. El 38,6% de los jóvenes desea seguir siendo empacador/a, mientras el 12,3% se retirará sólo si lo despiden. El 21% quiere dejar ese trabajo cuanto antes, el 12,3% espera hacerlo antes de un año, el 5,3% entre uno y tres años, y un 6,5%, no sabe o muestra incertidumbre al respecto.

Por otro lado, la exigencia de estar estudiando garantiza un perfil de joven relativamente disciplinado, con una mentalidad programática y una serie de pautas de interacción acordes con el perfil que se requiere para ofrecer un buen servicio. Con ello, las CTA se ahorran el trabajo psicosocial, la promoción de competencias técnicas y las habilidades sociales, entre otros aspectos que se requieren en la promoción del trabajo decente. Programa que debe estar orientado hacia la población joven realmente excluida, aquella que trabaja en la informalidad, y lo hace bajo dinámicas discontinuas, lenguajes, estéticas y pautas de interacción “de la calle”, que chocan con la rigidez del mercado laboral formal.

Inequidades de género y baja participación

Las CTA de empacadores, limitan la participación femenina en la vida social productiva, cuando desde la selección de personal, le niegan el trabajo a mujeres embarazadas o con hijos. O también hacen eco del imaginario social, según el cual las mujeres son menos ágiles y logran menos propinas de los clientes. Se deriva de ello tanto la subordinación de las empacadoras frente a las figuras masculinas, como las mayores probabilidades de ascenso para los hombres, que se evidencia en la primacía de hombres con rango de supervisor.

Además, adelantan estrategias poco éticas que restringen la poca participación de los asociados en la vida interna de las cooperativas, al negar la formación cooperativa, como se vislumbra en la poca participación e ignorancia que muestran frente a la misma. Aunque al 85% de los empacadores les interesan los asuntos propios de las CTA, sólo el 27% se considera gestor de su propia empresa; el 84% no se considera dueño de ella; el 70% afirma no conocer sus balances financieros; el 41% no conoce qué ley las regula; e incluso el 16%, se considera contratado por la empresa a la que presta el servicio.

Como puede apreciarse en este análisis, las CTA de hipermercados, tienen los mismos vicios de las de otros sectores productivos, con el agravante de que sus asociados no tienen una “compensación” sino que “piden propinas”.

Las acciones adelantadas en el Congreso durante las últimas legislaturas, que supuestamente buscaban regular a las CTA, ni siquiera contemplan el caso particular de las de empacadores. Como bien lo ha señalado la ENS en informes previos, la nueva ley de CTA (1233 de 2008), no tiene uñas para impedir que estas entidades evadan derechos laborales y evitar que precaricen las condiciones de vida de los trabajadores.

Este fenómeno está inscrito en un panorama social más amplio, donde la explotación laboral del sector privado, al amparo de las CTA y con la venia del Estado, es cuestionada desde diversos frentes. O por lo menos así se expresó en la lucha de los corteros de caña en el Valle del Cauca; de los y las trabajadoras del sector judicial y los de la salud; y en la acción sindical convocada a nivel local e internacional, alrededor del lanzamiento de la Campaña por Trabajos Decentes, realizada el pasado 7 de octubre.

Todos estos factores coinciden con el inocultable colapso de las tesis que promulgaban la ley del libre mercado como fórmula única para resolver los fracasos económicos del esquema de desarrollo centrado en el crecimiento desmedido del capital, cuando justo el saliente gobierno estadounidense, el que más promulgó los supuestos del laissez-faire, hoy promueve una clara intervención del Estado para “salvar la economía”, librando de responsabilidades a los banqueros e inversionistas privados.

Todo lo anterior invita a unir esfuerzos para que, a través de la movilización, el Estado y el sector privado, asuman la aplazada responsabilidad de construir una sociedad donde el trabajo sea un medio de crecimiento personal y colectivo, garantizado por la presencia de espacios para el diálogo social.

Tomado de: http://www.ens.org.co/articulos.htm?x=20154645&cmd[111]=c-1-76

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